miércoles, 24 de junio de 2009

La buena acción

Pues sí, breve entrada por dos motivos. El primero de todos, ¡¡anoche salvé a un gatito!! Cuando haces una cosa bien, una buena acción, aunque solo sea para evitar que un minino de dos meses acabe siendo atropellado o muerto en la calle y le buscas un hogar ipso facto, ya sirve para dejarte buen sabor de boca tras un día lleno de discusiones y sumado por lo frustrante del no-ejercicio de una profesión que se pretende ejercer.

No tengo ninguna foto, no se la eché. Espero que su nuevo dueño, el especialista en efectos especiales, no tarde en enviarme alguna. El gato me seguía cuando llegaba a casa a medianoche y solo buscaba rozarse en las zapatillas. Cuando lo cogí, aunque me daba con las patitas, no me arañaba y ronroneaba con tanta fuerza para lo pequeño que era que pensaba que iba a reventar. No tiene un color claro, aunque es oscuro, entre negro y marrón, uno de esos gatos cuyo pelaje se entremezcla y no lo deja claro, pero no atigrado. Luego tiene la perilla blanca y "calcetines" blancos también en las patas delanteras. Durante el trayecto en coche, tuve que llevar medio cuerpo del gato dentro de una bolsa y el otro medio sujetándolo con una mano mientras conducía. Maullaba, ronroneaba y me ponía las patas en la mano, pero no arañaba.
Se lo entregué a su dueño y pareció gustarle. Lo metió en su patio, pero el callejero en seguida reclamaba más atención, poniéndose a dos patas (igual que hace Tares), pero agarrando con las patas la mano y frotándose él mismo la cabeza. Si no tuviera ya un gato y pudiera meterlo en algún sitio, ¡me lo habría quedado! Me acusan de querer a los gatos ahora, pero no es cierto. Siempre me han gustado los animales y había tenido gatos en el taller (que no duraban ni dos semanas) y en la casa de la huerta (caminatas todos los días para alimentarlos y limpiarlos), pero hacerte cargo de uno que está enfermo y débil y curarlo, pues hace que te vuelques más en él, ¿no?
Bueno, el gato sin-nombre de mi amigo, trepó la madera que le hacía de puerta en menos de dos minutos y cuando lo encierra, se sube a los marcos de madera de las ventanas. No quiere estar solo, así que espero que se lleven bien ambos y que le dure mucho y que me pase alguna ¡¡foto!! Jaja.


Termino con una frase, que pongo pocas ultimamente.

Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo.
(Karl Gustav Jung)

¿Qué opináis al respecto?

2 comentarios:

Decion dijo...

Pobrecillo el gatillo. Tuvo suerte de encontrarse contigo, son tan pequeños e indefensos que no se como la gente es capaz de abandonarlos ni tampoco como pasan por su lado y no sienten compasión.

C.M. supongo que leeras esto, asi que muchismo animo y muchisima suerte, nos vemos el viernes que viene.

Urgit dijo...

Imagino que es porque luego hay que cuidar al animal y meterlo en tu casa... y muy poca gente se arriesga con eso.
Pero sí, pasas a su lado, se te acerca, te maulla, se te roza... pues normal que quiera uno llevarse a todos los gaticos que se encuentre en la calle.

PD: Perdón por tardar, se me fue de la cabeza!