lunes, 6 de abril de 2009

"Brisingr" de Christopher Paolini

Como pasa el tiempo. Hace meses que terminé de leerme este libro y que quería comentarlo, pero para hacerlo bien, debía poner en situación a mis lectores de los dos anteriores. Como ha pasado tanto desde que debía haberlo comentado, es posible que me olvide de algún interesante detalle o de otra anécdota que podría criticar con más énfasis, pero intentaré hacerlo lo mejor que pueda.

Antes que nada, recordar que pese a que "Brisingr" debía ser el tercer y último libro de la, en un primer momento trilogía, "El Legado", la editora (o según el autor, sus ansias de contar más y más cosas que yo defino como ganas de rellenar con más y más estupideces que sobran y le hacen quedar como lo que es, un crío) decidió exprimirlo todo lo que pudo, puesto que las ventas de los dos primeros iban viento en popa, sobretodo gracias al anuncio de esa fallida cinta que podría ser de bajo presupuesto, llamada 'Eragon' y que a casi todo el mundo produjo naúseas.

Así pues, tras las críticas a "Eragon" y a "Eldest", llega la de esta tercera entrega del "Ciclo El Legado".

El libro comienza pocos días después de la batalla en los Llanos Ardientes, con Eragon y su primo Roran esperando, junto a Saphira, el momento idóneo para atacar la guarida de los Raz'ac y rescatar a Katrina, si es que todavía sigue viva (en plan huevo kinder con sorpresa y todo). Es en esa escena donde tiene lugar una de las más vergonzosas conversaciones del libro, acerca de el amor, cómo se sabe que se está enamorado y a qué huelen las nubes (falta que el primo le diga "si te empalmas, cuenta", para terminar de rematar la faena). En fin, tras la incursión y vuelta al campamento de los várdenos, Eragon deberá asumir una vez más sus obligaciones como Jinete y las ataduras que conlleva que haya realizado juramentos de fidelidad a hombres, elfos y enanos tan gratuitamente como quien dice "¡Hola!".

Es por ello que la mayor parte del libro transcurre entre descripciones de política enanil, juramentos élficos con sus correspondientes lecciones de maestro, e intrigas de política humana entre los várdenos con un "quien la tiene más larga" , y diversas tonterías varias. Para ser sincero y justo, hay que decir que el autor intenta demostrar un poquito más de madurez al probar a tratar temas teológicos o costumbristas, pero lo hace de forma tan leve y superficial, que vuelve a rayar el ridículo y te deja la sensación que para hablar así de eso, mejor se hubiese ahorrado las palabras. A pesar de querer volver a tocar todos los países por los que ha viajado Eragon y de rescatar personajes de los libros anteriores solo para torturarlos o contemplar la magnificencia que posee el protagonista, todo queda demasiado artificial y apelotonado. Ni ya que hablar de lo poco práctico que resulta ser fuerte y resistente si luego al dar un puñetazo te vas a romper la mano, o como se puede torturar a una persona y a la otra dejarla sana y salva para que sea preñada por el Espíritu Santo (porque a ver quien es el inocentón que se traga que un embarazo se note a la semana y media de yacer o se embaracen de unos pocos meses estando secuestrada...).

En fin, un libro que intenta mejorar lo presente, que peca de ser demasiado grande, ya no para un primerizo, sino para un adolescente que desconoce hasta la vida de estudiante, porque lo educan en casita, para darle, al menos, alguna preocupación que pueda identificarse medianamente con los sentimientos de un adolescente real, aunque sea en una imaginaria edad media, el amor, los desplantes, el odio y cualquier otro sentimiento que no hiciese al protagonista una hoja que es arrastrada por el viento ante el primer impulso que siente.

Pese a tanta tontería, no se hace tan pesado de leer como el segundo y se nota que intenta recuperar el ritmo del primero con muchas escenas casi copiadas del mismo, solo que cambiadas de orden en la trama de "Brisingr". Por todo ello, creo que un 6'1/10 es una valoración suficientemente generosa para este inesperado libro de continuación y no de final de la saga.

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