lunes, 6 de agosto de 2012

"Legado", de Christopher Paolini

"Inheritance". E.E.U.U. y España (2011), 812 pág.

El fin está cerca. La batalla por derrocar a Galbatorix y liberar al mundo de su tiranía está a punto de acabar. Eragon y su dragona, Saphira, ya han librado innumerables combates y sobrevivido a todos ellos, haciéndose más fuertes. Pero no lo suficientes, ya que también deben enfrentarse a Murtagh y Espina, que ayudados por los eldunarís y el poder que el maléfico rey les ha dado, han superado Eragon en cuestión de meses.

Combatiendo hacia Dras Leona y Uru Baen, la capital del reino, Eragon, recuperado ya del trauma moral sobre sus orígenes, necesitará de toda la ayuda posible que su escolta de elfos, Arya y Glaedr, puedan darle para que las tropas de Nasuada sean capaces de devolver la paz al reino y acabar con el reinado de opresión que Galbatorix instauró cuando eliminó a los Jinetes.

Eragon ha liderado en muchas batallas a los vardenos, les ha guiado, junto a su primo Roran y la princesa elfa Arya, hasta el mismo corazón del imperio, guiando a los surdanos, enanos, úrgalos y elfos que se han unido en causa común para derrotar al tirano loco que esclavizó a la tierra cuando eliminó a todos los Jinetes y doblegó la voluntad de los eldunarís restantes.

Cuando el sitio a Dras Leona se acerque, Eragon, aconsejado por Arya y su guardia personal de elfos, descubrirá que no está todo lo preparado que debería. La elfa le ayudará a entrenar de nuevo su esgrima y el anciano dragón dorado Glaedr le instruirá a él y a Saphira en los ataques y defensas mentales para poder enfrentarse a Galbatorix con menos riesgos.
Por otra parte, su primo Roran partirá hacia Aroughs, una ciudad amurallada, para intentar desatascar el sitio en la zona (la solución todavía sigue pareciéndome ridícula), y poder contar así con el mayor número de tropas para el ataque a Dras Leona, donde Murtagh y Espina vigilan la ciudad.

Allí, Eragon se enfrentará nuevamente a graves peligros que le valdrán como prueba de fuego ante lo que le espera con Galbatorix, y las victorias le traeran mayores problemas de lo esperado. Se profundizará en Nasuada (o se intentará), y viviremos los terribles momentos del combate final en Uru Baen, donde todo el esfuerzo y la sangre derramada hasta ese momento dependerá de una esperada y nada previsible ayuda y del poder de la comprensión.

Con esta premisa, se inicia el último libro de la tetralogía de "El Legado" que se iniciara con una novela entretenida, sin muchas pretensiones, que al sentir el aliento de Hollywood, sus millones y la versión cinematográfica se convirtió en una obra mala, pesada y con demasiadas pretensiones.
El libro es lento, pesado, algo que se intentó solucionar en el tercero pero que viene arrastrando desde el segundo. Por supuesto, esta última entrega no se salva. Los múltiples asedios son tratados con rapidez y se solventan con la muerte de algún secundario que ha tenido dos apariciones para mostrarnos que eran difíciles, pero nada más, porque no lo consiguen. No se espera que el escritor tenga conocimientos militares, pero lógica ý sentido común sí, porque de eso se carece en, por ejemplo, las horas posteriores al ataque de Dras Leona.
El entrenamiento de Eragon es un intento de repetir lo visto en el segundo libro, para rellenar páginas y darle un motivo al autor de querer profundizar en la personalidad de su héroe. ¿Lo consigue? Para mí, obviamente, no. Eragon sigue siendo un crío con ínfulas, enamorado de la chica de turno (Arya), que poco a poco, ha aprendido a controlar sus impulsos durante más de un día.
El colmo de la previsibilidad viene cuando deciden desentrañar el último misterio pendiente de la profecía del hombre gato Solembun, el acompañante de Angela, la bruja misteriosa que funciona más como irrisorio escape a muchas situaciones que como lo que pretende ser: una mujer enigmática y con un tremendo poder que tiene que repetir que es enigmática y posee mucho poder en cada aparición para que nos quede claro; y es el colmo porque si unas páginas antes dicen "sólo nos podría salvar una gran espada", la solución al enigma y su premio será esa "gran espada" para poder derrotar al malvado Galbatorix. Vamos, que previsible es una palabra que se queda corta para describirlo.
Para rematar, la derrota de Galbatorix es paupérrima. No ya por recordarme a los destrozos causados por Cthutchik en "Las Crónicas de Belgarath", con un plus añadido claro, sino por la forma de ganarle. No es creíble que el desquiciado malvado malísimo que solo desea ser el bueno, se encuentre tan impotente por su propia ambición sin más motivo que un indiscriminado ataque de ira.

Y para acabar, personalmente me resulta cansino y abusivo el indiscriminado uso de la magia que se ha ido haciendo en estas novelas. Que se muerde la uña, pues la repara con magia; que la colada sale sucia, pues la limpia con magia; que se tiene que afeitar, magia; limpiarse el trasero, magia; luchar con varias capas de armadura invisible, magia; y así hasta el infinito de ridículas situaciones. Cuando se le da un uso tan mundano a la magia y a la vez no para de repetirse lo peligrosa que es, que te agota muchísimo, que debe de usarse solo en casos necesarios, todo ello se resquebraja y no queda creíble. ¿Por qué en ocasiones Eragon sí se cansa y en otras no para de lanzar hechizos y no le pasa nada? Y no, no me vale que me digan que a veces tiene ayuda, porque no suelen coincidir las ocasiones.

Resumiendo, triste cierre de la historia, en ocasiones parecía querer remontar, pero en general, careciendo de la fuerza e interés suficiente. Una larga letanía es su lectura, con un final sin fuerza, sin esencia alguna (sobran muchas de las páginas de "y después..."), y un desarrollo en ocasiones atropellado y pesado. Con trescientas o cuatrocientas páginas menos, tal vez el libro hubiera sido algo mejor.
Le doy un 5'3/10.

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